lunes, 23 de mayo de 2011

Mesa redonda: Manía y negación en la convivencia

19 de agosto de 2005

Mesa redonda: Manía y negación en la convivencia

Darío Obstfeld

Manía y Negación:

Clásicamente la teoría psicoanalítica denomina con el término “manía”, a un tipo particular de defensa en la cual el yo se identifica con el superyó a los fines de “burlar” las limitaciones a las que el yo se ve impuesto. Dicha identificación le brinda, a este tipo de defensa esa forma particular de alegría, entre comillas, “sin sentido”, y de exaltación del estado de ánimo que se presenta como la defensa favorita del melancólico.

Chiozza (1964) destaca “que tal identificación se realiza a expensas de la negación de un aspecto vinculado a la realización material del instinto sobre el objeto externo” que incluye “según lo ha afirmado Garma, un trozo del ello, del mundo externo y del yo.” Involucra asimismo la coexistencia de la omnipotencia y la disociación. Implica, como lo ha señalado Chiozza, además de la negación correspondiente a la manía, la incredulidad de las consecuencias de la manía misma.

Si bien, la manía ha sido caracterizada como una posición normal en una época del desarrollo, situación que correspondería a una identificación armónica con el ello y yo fetales (Chiozza, 1964), manifestaciones maniacas y negadoras pueden considerarse como constantes en el funcionamiento normal del aparato psíquico aun en la vida adulta y aparecer como fenómenos normales en la convivencia y en la vida cotidiana. Por otro lado, los términos “negación” y “manía” como así también el de “omnipotencia” son descritos habitualmente como elementos vinculados a la patología por su relación con la disociación.

En este sentido Melanie Klein (1948) señaló que la manía no sólo constituye un refugio de la melancolía, tal como lo sugiriera Freud, sino además de una situación paranoide que es incapaz de dominar surgidas del enfrentamiento con el mundo real.

La negación ha sido descripta por Freud vinculada al examen de realidad. Forma parte del pensamiento racional y del juicio a partir del cual se atribuyen o no determinadas cualidades o propiedades a las cosas así como también la posibilidad de establecer la presencia o ausencia de los objetos en el mundo. Esto llevó a Freud a plantear que la negación es el sucedáneo intelectual de la represión.

A partir de la negación, es decir de la posibilidad de plantear la inexistencia de ciertos pensamientos o sentimientos, sería posible permitir el ingreso de dichos contenidos a la conciencia merced de negar su existencia.

La negación maníaca sería entonces el intento de quitarle la importancia a algo que está sucediendo en la actualidad de la relación, al decir de Chiozza (1995) comienza “casi voluntariamente porque el sujeto inicia el desconocimiento, la negación, de algo que está viendo, que continua viendo, pero mira para otro lado y trata de crear un foco de atención diferente” (Casali y Nagy, 2001). Niega, en ese acto, las consecuencias que la negación trae aparejadas y se embarca maníacamente, por ejemplo, en llevar adelante un proyecto inviable e insiste en ello desconociendo una realidad que no le resulta fácil de soportar, por no ser acorde a sus deseos. Esta situación es factible que culmine en un daño a sí mismo; daño que denota, en última instancia, el profundo masoquismo encubierto en la manía o sea el sometimiento masoquista a un Superyo tanático.

En este sentido Garma A. y E. sostienen (1964) que la reacción maniaca es “alegría masoquista de yo por realizar actos que lo llevan a someterse al triunfo destructivo sobre él del superyó. Engañándose y dejándose engañar por el superyó en las reacciones maniacas, el yo realiza actos de apariencia placentera, vital, pero en realidad destructivos.”

Chiozza (1995) ha caracterizado con el término “prestidigitación” a la defensa maníaca aludiendo con ello al carácter mágico con el que el sujeto intenta sortear las dificultades a las que se enfrenta. Crea por así decir, mágicamente, una visión acorde a sus deseos en la cual desaparecen las frustraciones, los esfuerzos, las limitaciones o renuncias en el proceso de alcanzar lo que anhela e intenta convencerse de ello.

En ese sentido Chiozza sostiene que en la enfermedad existiría un movimiento maníaco inicial caracterizado por una disociación y la negación consecuente de lo disociado. Este proceso produce en primera instancia, alivio y permite continuar un proyecto que a todas luces tendería a fracasar.

Las manifestaciones de este tipo particular de defensa son amplias y pueden expresarse a través de una gran cantidad de representaciones. Así podríamos hablar de negación y manía tanto en el enamoramiento como en la desconsideración, en el control obsesivo (recurriendo al pensamiento omnipotente de control sobre el objeto) como en el abandono. Términos como “ruptura del encuadre”, “irresponsabilidad” y “pseudoindependencia” pueden corresponder también a un momento maníaco, en el que el sujeto traslada su sentimiento de identidad al ideal y afectar desde allí el trato con los objetos de nuestra convivencia.


La convivencia:

El diccionario define “convivencia” como la acción de vivir o habitar con otros (M. Moliner). En términos esquemáticos, y tomando como paradigma a la pareja, podríamos plantear que la convivencia se inicia con un encuentro; encuentro que a lo largo del tiempo se establece en una relación con determinadas cualidades que caracterizan ese particular “estar juntos”. Dicha unión de dos o mas proyectos individuales que necesitan de su contraparte para poder llevarse a cabo, estará conformada además por múltiples proyectos que los antecedieron y que le darán la particular figura o molde con que cada uno de los personajes va a la encuentro de su otra mitad del proyecto. De ese modo la vida de una pareja ya sea erótica, amistosa, psicoanalítica o profesional se gesta a partir de los deseos de cada uno de los participantes de encontrar en el otro el complemento que le permita concretar, en el mejor de los casos, un proyecto común de mayor envergadura y trascendencia.

Como ya se ha expresado recientemente en la mesa redonda acerca de “La convivencia en la pareja”, “toda convivencia (..) extraña procesos de aprendizaje. También implica duelos inevitables, no solo porque el objeto del deseo (…) nunca coincide con el objeto real” sino porque, la convivencia implica ceder una parte de lo que antes era sólo de uno. “Los proyectos desdibujados, alejados de la realidad, la idealización, la negación tanto de las propias dificultades y las del partner, así como del hecho de que la convivencia es difícil, ponen en riesgo la relación” (Casali, 2005)

En lo que se refiere al tema que nos ocupa en esta mesa redonda, intentaré plantear algunas de las situaciones que dificultan o complican la convivencia vistas desde la óptica de reacciones maníacas y negadoras. Tomare a los fines de desarrollar dichos temas, algunos conceptos sobre la dependencia y sobre la desconsideración.


La dependencia:

Según Todorov en las parejas hay habitualmente una repartición de roles, “ambos miembros de la pareja han hecho un descubrimiento que está en la base del reconocimiento feliz: tu necesidad produce mi reconocimiento y recíprocamente, el reclamo que tu me diriges, a saber, reconocerte en tu existencia, me aporta la confirmación de la mía: yo soy reconocido como aquel que tu necesitas. Y por mi parte , mi reclamo de reconocimiento no te exaspera, por el contrario, te otorga un estatus excepcional, puesto que eres el único (o única) que puede otorgármelo. La cooperación es mas provechosa para cada uno de los miembros de la pareja que la que hubieran sido sus egoísmos paralelos (..) el sujeto encuentra su provecho en la existencia del otro, no en su supresión, al hacerlo existir, aseguro mi propia existencia.”

Al decir de Chiozza (convivencia y trascendencia ) “El hombre no ha nacido, (..) para vivir aislado. Para realizarse plenamente necesita, como la neurona, vivir inmerso en un mundo de interlocución. Ninguna de sus posesiones, como le ocurre a un niño con una pelota, puede ser gozada en ausencia de un otro con quien compartirla.”

Según Melanie Klein, el apartamiento del contacto con las personas, una “necesidad de independencia”, puede tener por finalidad última intentar evitar la gratitud, o la culpa por la ingratitud y la envidia. La autora sostiene que “esta independencia es en realidad completamente falsa, ya que el individuo permanece dependiendo de su objeto interno” (Klein, 1957; pág. 224). De modo que “la huida hacia el objeto interno, que puede expresarse en la temprana infancia mediante la gratificación alucinatoria, se emplea a menudo defensivamente en un intento de contrarrestar la dependencia con respecto al objeto externo.

Racker sostiene que la vivencia de dependencia puede llevar muchas veces a buscar una “solución” a través del deseo de “independencia”; deseo que, en la medida que es sentido como la aspiración a prescindir del objeto, se constituye como una formación reactiva a la dependencia neurótica y se manifiesta como el “rechazo a la entrega libidinal” (Racker, 1960; pág. 307). Se establece, entonces, como una actuación maníaca, con el fin de “arreglárselas solo”. Dicha situación deja muchas veces al sujeto sometido a una seudoindependencia, que no nace de un crecimiento yoico sino del conflicto de ambivalencia, configurándose, como sostiene Racker, una independencia tan o más neurótica que la dependencia neurótica.

Freud sostiene que los mecanismos de defensa sirven a los fines de apartar los peligros que amenazan al sujeto, y estas defensas usadas, entre comillas, acorde a fines, pueden constituirse como recursos temporarios que permitan vivir; pero en la medida que se configuran como un modelo de defensa rígido y anacrónico, se puede establecer como un rasgo caracterológico que se constituye en enfermedad.

Podemos preguntarnos entonces de qué peligros estaría buscando apartarse el sujeto, en la convivencia, que lo lleva a reaccionar maníacamente, en la situación que hemos descrito como el conflicto dependencia-independencia. Chiozza ha expresado que, la dificultad para concretar los proyectos en uno de los miembros de la pareja, unida al temor de no satisfacer al otro (al que puede sentirse siempre descontento e insatisfecho con lo que el otro consigue), puede llevarlo a sentir que no está “a la altura”, que no tiene mérito suficiente para conservar el amor de su pareja. Es posible pensar, a partir de esta vivencia que esta situación podría ser sentida como una dependencia conflictiva que haría renacer el desamparo infantil y ser sentida como humillante.


La desconsideración:

Otra modalidad en la que, como expresamos, podría comprenderse a la luz de conductas maníacas en la convivencia, estaría constituida por aquellas manifestaciones que denotan actitudes que tienden a desconocer las necesidades del otro o las implicancias que las acciones de uno tienen sobre la otra persona; correspondería a esa particular forma de trato que habitualmente observamos como “desconsideración”. Dicha actitud que metapsicológicamente podríamos observar como una manifestación del narcisismo que llamamos egoísmo, se manifiesta como el desinterés respecto de las necesidades, ansiedades, temores, etc., del otro. En ese sentido, como toda manía, seria expresión de Tánatos, en tanto implica negar además la importancia y la necesidad de cada miembro de la pareja en el vínculo, situación que conduce a la disminución de la tolerancia mutua básica y necesaria de las diferencias para poder llevar una relación adelante.

Busch, (2004) a partir de ideas de Chiozza, plantea que la desconsideración implica una modificación del encuadre que enmarca una relación, encuadre que sustenta el marco de las normas y las regalas de convivencia que se establecen en un vinculo. Dicho marco, plantea la autora, “marca” y determina “lo que se hace” y “lo que no se hace” y la desconsideración sería así, un obrar sin tener en cuenta dicho encuadre.

En este sentido la desconsideración implicaría además la negación de los límites del encuadre básico y necesario para mantener la relación en un trato sustentable que hace a la convivencia tolerable dentro de los límites permitidos por esa relación en particular. En la desconsideración se negaría maniacamente los limites de mi yo, y mi circunstancia, en relación al límite del otro y sus circunstancias. Sería negar además que “La libertad de uno termina donde comienza la del otro.”

La consideración, por su parte implicaría entonces la posibilidad de “ponerse” en el lugar del otro, sin desconocer el propio, identificándose con las necesidades y sentimientos del otro, situación que permitiría un mayor cuidado del encuadre que, como dice, Chiozza, es “el ‘aceite’ del mundo ético, inevitablemente ‘protocolar’, que ‘calma las aguas’ y que suaviza nuestras superficies, posibilitando un contacto sin ‘naufragio’ que constituye, lo sepamos o no, un con-tacto mas o menos legal” (2003, pag 11)

Con esto querría introducir otro tema relacionado con los anteriores:
¿Hasta que punto soy libre de hacer lo que quiero?¿Cuál es el limite de mi libertad? La frase dice: “La libertad de uno termina donde comienza la del otro”. Pero ¿dónde comienza la del otro y qué determina ese límite? Lo que yo llamo “el otro” ¿empieza donde yo creo que empieza? ¿O “el otro” empieza en un lugar donde yo no acuerdo con ello?

Tiendo a pensar que una parte importante del conflicto de dependencia-independencia así como también en la desconsideración, se manifiesta justamente en la dificultad para poder establecer claramente dicho límite, límite que necesita de un acuerdo tácito entre partes. La falta de dicho acuerdo se presenta como un conflicto con el objeto que oscila entre la necesidad y la intolerancia, justamente porque siento un profundo desacuerdo en los limites frente a los cuales “el otro” me enfrenta.

En ese sentido, la desconsideración del otro, que implicaría, como ya lo hemos dicho, negar los límites en el encuadre y en el trato, que puede ser vivida como abuso hacia uno, manifiesta la desaprensiva falta de reconocimiento de los límites. En la medida que se intenta poner un freno a dicha actitud, el sujeto desconsiderado podría vivenciar dicho limite como una coartación de su libertad personal.

Uno es libre, si, dentro de cierto marco de convivencia. Así como la genuina independencia implica la posibilidad de vivir bajo la natural dependencia de los objetos de nuestro entorno, la libertad sería entonces justamente la posibilidad de vivir dentro de los límites sin querer quebrar el encuadre que enmarca la relación.

En el establecimiento de dichos limites llevamos adelante los duelos correspondientes a la pérdida de la omnipotencia de una existencia yoica cuyos límites están mas allá de lo que realmente podemos hacer. Realizar el duelo por ellos, resignarse a vivir dentro de los limites que uno tiene, nos daría entonces la posibilidad de vivir libremente dentro de nuestras posibilidades la convivencia con los demás.

Podemos decir entonces, para finalizar, que la manía se manifiesta como una defensa que dificulta la convivencia, principalmente, ante la dificultad para hacer el duelo; duelo por lo que uno es, por lo que el otro es, por lo que uno tiene con el otro, por lo que el otro tiene con uno, por la relación que estableció y establece y por la dependencia que ambos tienen el uno del otro.

Para finalizar quiero citar unas palabras que Chiozza escribe en su “Decálogo del marino”: “La compañía es un magnífico don de la vida, y su búsqueda forma parte de su sentido esencial, pero no es un remedio para la soledad que se experimenta frente a la inmensidad del universo, la incertidumbre del destino y la contingencia del yo. Muy por el contrario, cuando se utiliza la compañía como ilusoria fuente de una seguridad que no existe, nuestra vida pierde la plenitud de su forma y nuestra convivencia se convierte en el simulacro ruinoso de una trayectoria vitalmente compartida.”



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