lunes, 23 de mayo de 2011

PSICOANÁLISIS DEL MITO DE ULISES









PSICOANÁLISIS DEL MITO DE ULISES


Darío Obstfeld

Instituto de Docencia e Investigación
FUNDACIÓN LUIS CHIOZZA
31 de octubre de 2003


- INTRODUCCIÓN

“La Odisea”, escrita por Homero en el siglo VIII (a. de C.), narra las aventuras de un hombre por volver a su hogar. Se considera, por la época de que se tiene registro de su escritura, que es la plasmación literaria de lo que originariamente los primitivos poetas, llamados aedos, conservaban como una tradición oral.

Según Grimal (P. Grimal, 1981), Ulises u Odiseo, el personaje principal de “La Odisea ”, es el más célebre de los héroes antiguos. Constituye el prototipo de hombre juicioso y prudente. Algunas versiones (Graves, 1981; Homero) indican que es hijo de Laertes y Anticlea. Otras (Grimal, 1981), sostienen que Anticlea, antes de casarse con Laertes, habría amado a Sísifo , “el mas astuto de los mortales y el menos escrupuloso” (Grimal Pág. 485) y Ulises sería en realidad hijo de él .

Según Graves (Graves 1985) Odiseo significa “enojado”. En latín recibe el nombre de “Ulises” o “Ulixes”- palabra formada probablemente con “oulos”, “herida” e “isches”, “muslo”, en referencia a una herida que tenia en el muslo causada por el colmillo de un jabalí. Otras versiones del mito indican que Sísifo habría denominado así al niño porque el propio Sísifo era detestado por mucha gente. De ese modo Odysseus, en griego, recuerda a “ser odioso ” (Grimal,1981).

Como veremos luego, tanto el nombre de “odioso”o “irritante” como el de “enojado”, corresponden a distintos puntos de vista según sea él el enfadado, el que está lleno de odio, o los demás los que reaccionan a su desenfado , enfadándose. Tanto es así que toda su aventura consiste en volver a su tierra a pesar del enojo del dios Poseidón.


- Prolegómeno de La Odisea

Como casi todos los caudillos griegos de esos tiempos, Ulises solicitó la mano de la bellísima Helena . Pero desanimado al ver la cantidad de pretendientes y deseoso de granjearse la amistad de Tindáreo, padre de Helena, renunció a ella y aconsejó al rey que exigiese a los pretendientes que hicieran un juramento en virtud del cual todos se comprometían a respetar la elección de la novia y a ayudar al novio contra quien se la disputase. Tindáreo, aceptó de buen grado y en agradecimiento le concedió a Ulises la mano de su sobrina Penélope . Finalmente Helena eligió a Menelao por esposo.

La unión de Ulises y Penélope dio como fruto a Telémaco, que aún era un infante cuando corrió la noticia de la huida de Helena con Paris a Troya. Menelao y Palamedes, (un compañero), reclutaron a los antiguos pretendientes de Helena, que estaban ligados por el juramento ideado por Ulises, para una expedición contra Troya para recuperar a Helena.

Al cabo de 10 años de luchas y batallas los griegos vencieron y tomaron la ciudad de Troya, saqueando e incendiando lo que encontraron a su paso.

Luego de la conquista era necesario que los griegos paguen por los excesos y los crímenes cometidos al alcanzar la victoria. Es así que surgió un desacuerdo entre los dos grandes jefes militares de la expedición a Troya: Agamenón y su hermano Menelao. El primero estaba decidido a quedarse para hacerle un sacrifico a Atenea, en tanto había asegurado la victoria; el segundo deseaba partir inmediatamente de regreso a su patria. Ulises decidió enfilar hacia Ítaca, con sus doce navíos, y se embarcó junto con Menelao y Néstor . Al cabo de un tiempo de travesía, se estableció una disputa con Menelao y Ulises decidió volver a Troya para unirse con Agamenón.

Ulises y Agamenón zarparon juntos de Troya esperanzados de volver a la patria pero los dioses desencadenaron vientos, tormentas y huracanes y la flota se dispersó .

Ulises, aislado en el mar, con su flota de 12 navios, inicia la aventura de volver a su reino y a su hogar junto a Penélope y su hijo. Esta es la historia que nos relata Homero en “La Odisea”. Una historia de la que se pueden hacer múltiples interpretaciones pero que en esta oportunidad intentaré comprenderla como una representación de la “aventura” del crecimiento y del desarrollo. No dejo de tener en cuenta sin embargo que si obtenemos, basados en distintos enfoques o representaciones, distintas interpretaciones del mismo mito, estas interpretaciones no tiene por qué excluirse entre sí, sino que, al contrario, pueden coexistir y complementarse mutuamente enriqueciendo así el campo de la comprensión.


- LA ODISEA

“Te pido ¡oh Musa! Háblame de aquel hombre ingenioso, quien luego de asolar la ciudad de Troya visitó otras muchas, conociendo el espíritu de los hombres; que aquel que sobre los mares pasó tantas fatigas, luchando para sobrevivir y repatriar a sus gentes. Más ni a pesar de todas ellas pudo realizar su propósito de salvarlos, si bien debieron la muerte a su propia necedad, pues alocados devoraron los bueyes del Sol, haciendo que el hijo del altísimo les impidiera para siempre el regreso a la patria. Ven hija de Zeus a contarnos algunas de sus hazañas.” (Homero, Pág. 39)

El poeta, como un niño que le pide a la madre un cuento antes de irse a dormir, solicita a Atenea, la hija de Zeus, que le cuente una historia. Una historia de un héroe que ha logrado franquear las barreras que el destino le imponía. Una historia que al parecer el poeta, como el niño, ya conoce y ha escuchado innumerables veces pero necesita oír nuevamente. Una historia con la que todo niño querría identificarse y ser él el personaje que habiendo sido “victima” de la desgracia, lucha contra la adversidad y sale victorioso; al decir de Chiozza (Chiozza,1991ª [1987]) son historias que comienzan con la castración y culminan con el triunfo. Historias en la que el niño intenta elaborar sus propias fantasías y deseos incestuosos y concomitantemente, su relación con el padre.

De este modo el núcleo central de “La Odisea” se configura sobre un viejo tema del cuento popular: el del viajero por tierras remotas que vuelve al hogar después de mucho tiempo. El héroe, aislado de su mundo como un expatriado, consigue salvarse de la desgracia y llegar a su amada mujer que lo espera, fiel, a pesar del tiempo.


- PRIMER CONCILIO DE LOS DIOSES
- Telémaco y Penélope

Volvamos por un instante atrás en el tiempo: Ulises, casado con Penélope, partió rumbo a Troya cuando su hijo era aún un niño de un año de edad. Diez años duró la conquista de Troya. Luego, en su viaje de regreso, quedó “varado”, diez años más, en la isla de Ogigia donde habitaba Calipso . La diosa lo mantenía cautivo y el héroe, nostálgico, añoraba su tierra y su reino. Luego de veinte años (de la partida hacia Troya) ocurrieron dos sucesos: Por un lado Atenea solicitó una asamblea con los dioses del Olimpo, aprovechando la ausencia de Poseidón, el Señor de los mares. La intención era que Ulises fuera devuelto de la isla de Calipso a Ítaca, liberarlo y que deje de sufrir la añoranza de los suyos y de su tierra natal. Luego Atenea se trasladó a Ítaca, en busca Telémaco, ante quien se presentó bajo el aspecto de Mentes , el rey de los Tafios.

La casa en la que moraba Telémaco estaba colmada de pretendientes de su madre que la acosaban con la intención de casarse con ella. Penélope, por su parte, hábilmente había demorado la decisión de volverse a casar gracias a un ardid según el cual elegiría esposo una vez terminado un telar (destinado a sudario de Laertes) que tejía durante el día y destejía por la noche

Telémaco permanecía pasivo ante los pretendientes quienes devoraban los bienes y destruían las posesiones de Ulises en tanto duraba la estancia en la mansión real. Mentes (Atenea), le aconsejó entonces que fuera en busca de su padre. El hijo de Ulises se dirigió, primero a Pilos, a la casa de Néstor; luego a Esparta, al palacio de Menelao para obtener información de su padre.

Es interesante establecer un cierto paralelismo ente ambos viajantes, Ulises y Telémaco, ya que tanto uno como otro emprenderán una aventura que no sólo los unirá sino que formarán, por momentos, partes disociadas de un mismo personaje .

Telémaco, a los 20 años, era como un niño encerrado en la casa de su madre, un niño pasivo y atontado por un amor incestuoso que lo abrumaba y lo sumía en la castración y la impotencia. Esta actitud del joven es la que lleva a Eurímaco, el representante de los pretendientes, a decirle “¿la causa de tus males son los pretendientes de tu madre o es ella, que no conoce rival para la astucia?...” (Homero, Pág. 62) y luego que Telémaco hubiera partido en busca de Ulises, su madre exclama “Si yo hubiese sabido que planeaba ese viaje, le hubiera hecho permanecer en casa contra su voluntad, o hubiera salido de ella dejándome muerta...” (Homero, Pág. 116)

Freud (Freud 1921c) expresa que en la prehistoria del complejo de Edipo, la identificación del niño con su padre, a quien toma como ideal, desempeña un papel de suma importancia para el futuro “arribo” al Complejo de Edipo. Paralelamente a esta identificación (o quizás podríamos decir paralelamente a la proyección del ideal en el padre con quien se quiere identificar) acontece “una cabal investidura de objeto de la madre según el tipo del apuntalamiento” (Pág. 99). El niño presenta entonces dos lazos diversos: una investidura sexual de objeto, con la madre; y una identificación con el padre, a quien toma por modelo. Ambas investiduras coexisten un tiempo, sin influirse ni perturbarse entre sí, “..pero la unificación de la vida anímica avanza sin cesar, y a consecuencia de ella ambos lazos confluyen a la postre, y por esa confluencia nace el complejo de Edipo normal” ( Pág 99). En la medida que el niño comienza a sentir al padre como un estorbo junto a la madre, la identificación con él comienza a cobrar una tonalidad hostil. “Desde el comienzo mismo, la identificación es ambivalente; puede darse vuelta hacia la expresión de la ternura o hacia el deseo de eliminación. Se comporta como un retoño, de la primera fase, oral, de la organización libidinal, en la que el objeto anhelado y apreciado se incorpora por devoración y así se aniquila como tal” (Pág 100).

¿Podemos pensar entonces que la evolución de la relación del niño con su padre se establece en “etapas”, al modo de las etapas pregenitales de la libido, en las cuales la primera estaría signada por la “visión” ideal del objeto a quien toma como modelo, (según Freud, preedipica – oral -) , la segunda por la rivalidad con el objeto (edípica – anal - fálica-) y la tercera como figura de identificación con el objeto real, no idealizado (postedípica – genital-).? Si así fuera, dichas etapas no acontecerían en forma sucesiva sino, al igual que las etapas pregenitales, serían simultáneas pero respetando la particular primacía de cada momento de la evolución Tánato libidinosa.



Telémaco, infantilizado, se encontraría en la primer etapa, estimulado por la nostalgia melancólica de su madre (quien vivía encerrada en su habitación llorando la ausencia del esposo) quien conservaba una imagen idealizada de su marido . El “niño necesita encontrar al padre “real” (en el sentido de no ideal) y conformar una identificación lograda ya que la identificación con objeto ideal se torna irrealizable y por lo tanto persecutoria.

Siguiendo esta idea parecería posible sostener que el ardid ideado por Penélope para retrasar su segundo matrimonio era el de una mujer que no mantenía su aislamiento por amor sino por melancolía . El acto de tejer el sudario en “angustiada espera” parecería ser una representación del onanismo, acto a través del cual Penélope conservaba, en la fantasía, un vínculo con un objeto, suponemos, ideal. Intentaba, de ese modo, defenderse de la vivencia de abandono en la ilusión de bastarse a sí misma. Penélope melancólica, se apartaba de la posibilidad de un vínculo con un objeto real (un pretendiente) para refugiarse en una ilusión, supeditada a la descarga parcial de la excitación. De esa manera postergaba la realización del duelo por el ideal.

Podemos pensar entonces que Penélope no amaba a Ulises (libido objetal) sino que anhelaba lo que Ulises representaba para ella en su afán de completitud (libido narcisista). Por otro lado la ambivalencia presente en el vínculo melancólico, producto del odio sentido por la necesidad de un objeto que le brinde la vivencia de completitud, la llevaría a odiar a Ulises .

De ese modo, Penélope no desechaba las propuestas de los pretendientes desairándolos, sino que los maltrataba manteniendo y avivando, en algunas ocasiones, el deseo y la frustración de ellos. Esta situación, generadora de odio y rencor, podemos comprenderla como producto de la proyección de sus mismos impulsos de odio y resentimiento al objeto.

Según Chiozza (Chiozza, 1984b [1967]) los impulsos orales correspondientes a la estructura melancólica están presentes en el contenido latente de los deseos incestuosos. En ese sentido, Telémaco observando cómo los pretendientes devoraban el ganado y destruían los bienes de la familia, les reprochaba recordándoles el excelente “padre” que había sido Ulises para cada uno de ellos. Esta situación da cuenta que Penélope era mucho mayor que los pretendientes y lleva a considerar que representaba, para ellos, la figura de una madre. En algunos pasajes podemos ver cómo la reina, conflictuada, vivía sus deseos amorosos con intensas fantasías incestuosas que la llenaban de culpa.

“De pronto [le dijo Penélope a una de sus esclavas] he sentido el deseo que jamás tuve de mostrarme ante los pretendientes a pesar de que los odio a todos”... “Quiero que me acompañen a la gran sala, pues me avergonzaría entrar sola en donde están tantos hombres”. (Homero, Pág. 357-358)

La vergüenza de la reina denota, la intensa excitación que la acompañaba en ese momento, excitación que la hacía sentirse con culpa y necesitaba negar. ¿Podemos suponer entonces que la actitud de Penélope, por la que vemos sufrir a los pretendientes, representa la misma actitud que ella tenía hacia su hijo, a través de la cual lo seducía y lo frustraba, no sólo porque él no podía satisfacerla sino porque su satisfacción estaba justamente en seducir y frustrar? (Grus R., 2003). Si así fuera podríamos ver en Penélope cómo histeria y melancolía podrían combinarse a los fines de reprochar al objeto la impotencia ante la imposibilidad de alcanzar la vivencia de completitud.

- Ulises y Calipso

En la otra punta del mapa estaba Ulises encerrado con Calipso. Durante el día, lloraba por la añoranza de lo suyos y por la noche penetraba en la cueva de la diosa. Ella le había prometido juventud eterna y la satisfacción de todas sus necesidades. Esa seductora propuesta de Calipso la podemos comprender como la encantadora idea de conservar el narcisismo perdido en la infancia. Un narcisismo al que, como Freud sostiene (Freud, 1914c), todos hemos tenido que renunciar y deseamos recuperar al menos en la figura de nuestros descendientes. Calipso le propuso a Ulises ser él mismo “His Majesty the baby”, pero el precio de esa ofrenda era el encierro y el total aislamiento del mundo. Podemos pensar que Ulises, nostálgico en la cueva de Calipso, representa, entonces, a un niño encerrado endogámicamente con su madre. Un encierro que en tanto perdura más allá de un limite necesario y oportuno sume al niño en un estado de atontamiento. El héroe necesita salir al mundo, crecer, encontrarse con un “padre partero” (Abadi, 1960) que le permita la salida del encierro endogámico e incestuoso con la madre. Ulises y Telémaco compartirían así, un mismo matiz de la conflictiva edípica.

-Ulises, los cicones y los lotófagos

Volvamos a La Odisea. Al salir de Troya, el ejército se dividió: Menelao y Néstor por un lado, Agamenón y Ulises por el otro. Los primeros, luego de atravesar el ancho mar, le rindieron tributo a los dioses por haberlos dejado surcar las aguas. Los segundos padecieron destinos siniestros. Luego de haberse dispersado la flota por las tormentas desencadenadas por los dioses, Agamenón, arribó a su hogar, y murió asesinado por su esposa y Ulises fue impulsado por el viento hasta el país de los cícones. Allí saquearon la ciudad y mataron a sus guerreros “y cuando al pié de sus murallas repartí las mujeres y el rico botín, hice tan bien los lotes que nadie se quedó sin su parte y pudo hacerme reproches” (Homero, Pág. 189), cuenta Ulises. Los cicones supervivientes corrieron a pedir ayuda a sus vecinos. Los atacaron en línea y derrotaron a los griegos. Algunos consiguieron librarse de la muerte y volver al mar con el alma afligida, contentos de haber esquivado la muerte, pero llorando por los compañeros perdidos.

Al décimo día de navegación, los vientos los hicieron arribar a la tierra de los lotófagos, país cuyos habitantes se alimentaban de la flor de loto. Pronto establecieron contacto con ellos quienes les obsequiaron con su alimento. Una vez que los compañeros de Ulises probaron la dulzura de miel de aquellos frutos, se olvidaron de volver a darle noticias, prefiriendo quedarse con los lotófagos para seguir entre ellos sin añorar la vuelta a su patria. Ulises tuvo que rescatarlos a la fuerza y ordenó de inmediato el reembarco de los demás compañeros.

Ulises, que primero había partido con Menelao, evita rendirle tributo a los dioses (como quería Agamenón), tributo que el mismo Menelao y Néstor rinden al llegar al otro lado del mar. Por lo tanto, ni con unos ni con otros Ulises demuestra gratitud hacia lo que de los dioses recibe. Es posible pensar que dicha ingratitud, que incrementaría sus sentimientos de culpa (Obstfeld E., 2002), lo hubiera llevado, a pesar del botín ya recaudado en Troya, a querer más.

Si tenemos en cuenta que la culpa es, metapsicológicamente, producto de la tensión entre el yo y el ideal del yo (Freud 1921c) y que este ideal del yo se configuró a expensas de todo lo que al yo le falta y desearía llegar ser, o sea es la “falta” o culpa conciente, la tensión entre estas dos instancias, puede ser vivida además como un sentimiento persecutorio en la medida que la debilidad del yo condiciona la imposibilidad de renunciar al vínculo con lo ideal. Este ideal del yo, como imagen interna del padre, constituye la figura frente a la cual aparece la problemática de la identificación a la cual nos referimos en este trabajo.

Chiozza ha mencionado en algunas oportunidades la idea que la negación del sentimiento de culpa, como un mecanismo defensivo maniaco, puede “conducir” a un sujeto a sentir su carencia (la falta de su yo para alcanzar el ideal o la falta de gratitud por lo que se recibe) como insatisfacción y luego, para compensar dicha carencia, pensar que necesita más de lo mismo que lo hacía sentirse con culpa.

Cuando el ideal es depositado en un objeto externo, se lo envidia, y dicho sentimiento, según Klein (Klein 1952c cit. por Chiozza, 1970d [1966]) es la causa de la ansiedad paranoide frente al objeto envidiado que se transforma en taliónico. Según Chiozza esta situación corresponde a la culpa persecutoria (1970d [1966])).

Recordemos que Ulises deseaba a Helena y ésta se casó con Menelao. Por un lado, él era pretendiente de Helena, o sea, había ocupado el lugar de aquellos que ahora usurpaban su casa para desposar a Penélope. Por lo tanto, el juramento ideado por Ulises para que todos los ex-pretendientes defendieran al matrimonio de Menelao y Helena, podemos interpretarlo como una forma de mantener a raya sus propios e intensos deseos de quitarle la esposa a Menelao (cosa que Paris llevó a cabo).

Podemos imaginarnos también que a pesar que Ulises se casó con Penélope el fuego del amor por Helena no estaba extinto y, si además de eso debía, por su propio juramento, no sólo cederla sino además rescatarla y devolvérsela a Menelao, seguramente Menelao se habría “convertido” en un ser profundamente envidiado por él. Si, como vimos, el poder destructor de la envidia (envidia acción (Chiozza,1970b [1964])) puede volver, retaliativamente sobre el yo, como culpa persecutoria, podemos suponer que la negación de dicho sentimiento, pudo haber llevado a Ulises a atacar la ciudad de los cicones y a perder una parte de su ejército.

La forma particularmente defensiva que tiene Ulises al decir que hizo tan bien los lotes que nadie podía reprocharle, manifiesta la exigencia interna de considerarse justo, del reproche que intentaba a toda costa evitar, pero no de sus soldados sino de un reproche que el héroe ya llevaba adentro suyo y lo torturaba; un reproche interno, superyoico, que lo hacía sentirse en falta.

Y luego el loto, el olvido, que no sólo parecería representar el deseo del olvido de la culpa (como negación maníaca) si no también el olvido que corresponde a la amnesia infantil, según Freud, propia del sepultamiento del Complejo de Edipo alrededor de los cinco años. Un sepultamiento afectivo que abarca el amor incestuoso con la madre y el odio parricida (como así también el amor incestuoso homosexual y el odio matricida). Ulises no desea olvidar, necesita recordar, revivir, y elaborar su relación con su padre y todo aquello que lo represente si desea seguir su camino, es decir, crecer. Con esta intención rescató a sus compañeros entretenidos en el olvido para que lo acompañen en su viaje de descubrimiento.

-Ulises y el cíclope

Luego de esta travesía llegó a la isla de los cíclopes. Según la mitología, los cíclopes, hijos de Poseidón, habían olvidado el arte de la herrería que practicaban sus antepasados y ahora eran pastores sin leyes, ni asambleas; no poseían naves, no comerciaban, ni poseían conocimiento de la agricultura (Graves, 1985). “...en el fondo de sus cavernas, cada uno dicta sus leyes a sus mujeres y a sus hijos, sin preocuparse por los demás” (Homero, Pág 190).

Freud sostiene (1930ª [1929]) que la cultura se establece sobre la base de la tolerancia a la frustración libidinal y la búsqueda de la descarga de la libido a través de un cambio en la meta pulsional con fines socialmente aceptables, es decir, la sublimación. Los cíclopes “que a pesar de no desconocer el fuego comían carne cruda” (Graves, 1985, Pág 452) parecen representar justamente la rebeldía contra las normas éticas y morales heredadas o adquiridas en el seno del hogar.

Chiozza (Chiozza, 1998 [1977b]) sugiere que la resolución del malentendido implícito “En el falso privilegio del padre en el complejo de Edipo”, implica la conciencia de que padre e hijo “comparten como hermanos una misma prohibición impuesta por una evolución que adquiere el nombre de cultura”(Pág 93). Si tenemos en cuenta que la característica de los cíclopes era la falta de aceptación de la cultura, en el sentido de las normas, se erigirían entonces como símbolo para representar, justamente, el conflicto con el padre.

Ulises organizó una expedición a la cueva del cíclope Polifemo. Esperaba que el gigante los agasajara por ser visitantes: “...te ruego que recuerdes tu deber con los dioses y nos trates hospitalariamente” (Graves, 1985) dijo superyoicamente. Pero el monstruoso ser selló la entrada de la cueva, tomó a dos compañeros de Ulises, los devoró bestialmente y se echó a dormir. A la mañana siguiente, se desayunó otros dos y lo mismo hizo luego de volver de pastar sus ovejas. Cuando Polifemo dormía, Ulises le clavó una estaca encendida en el ojo y lo cegó. Polifemo gritaba de dolor y cuando vinieron sus compañeros a socorrerlo, desde el otro lado de la entrada, le preguntaron quién lo había cegado y él le respondió que Nadie lo había hecho, ya que Nadie (Oulos) era el nombre con el que Ulises se había presentado.

Ulises y algunos de sus compañeros lograron escapar de la cueva y ya desde la nave desafió nuevamente a Polifemo diciéndole que era él, Ulises y no otro, quien lo había cegado. La vanidad le costó el viaje a Ulises, ya que Polifemo invocó a su padre, Poseidón, para vengarse del héroe, solicitándole que no lo deje volver a su patria o, si volviera, que sea luego de haber sufrido múltiples calamidades y habiendo perdido a todos sus compañeros. La consecuencia de haber arrojado el ojo de Polifemo a la noche, de haberlo cegado, es que Ulises debe recorrer la ruta de todo lo que es nocturno, oscuro y siniestro (Vernant, 2000).

Ulises luchó contra Polifemo quien representa su aspecto de niño grandote e irresponsable que no respeta leyes ni orden ni deberes. Pero es posible reconocer, debajo de ese manto de “libertad”, al niño débil y torpe que ante la adversidad llama al padre para que lo defienda.

Durante toda la travesía Ulises buscó inútilmente la compasión de Poseidón, pero el dios no dio tregua en ningún momento. Poseidón, como un padre vengativo y cruel, intentó imponer su ley a la fuerza, por medio del castigo. Un medio que, en la medida que está basado en un conflicto de rivalidad, oscila entre sentimientos de triunfo y sometimiento. Dicho conflicto deja al hijo, en última instancia, sometido a la madre (castrado) (Calipso - Penélope) o sea, a permanecer en el agua sin poder volver a su tierra .

La epopeya de Ulises la podemos comprender entonces como la aventura que representa el crecimiento, el desarrollo de un sujeto.

-Ulises y Eolo

Al tiempo de abandonar la isla del cíclope, desembarcaron en Eolia, la isla donde habitaba Eolo, el señor de los vientos, quien vivía con sus doce vástagos, seis hijas y seis hijos en edad viril a quienes había dado aquellas por esposas. Los eólicos por lo tanto se reproducían incestuosamente, en el aislamiento endogámico, mediante un sistema matrimonial encerrado en sí mismo.

El arribo a la isla de Eolo, lejos de ser un avance en su viaje de descubrimiento y crecimiento, manifiesta la regresión a una etapa anterior al desarrollo tánatolibidinoso, representado por el incesto. El señor de los vientos representa en ese sentido a una forma particular de “permisividad” que oculta el carácter regresivo e infantil del amor incestuoso, amor al que Ulises no hubiera llegado de no ser por la rivalidad y el odio de y hacia Poseidón.

Un mes duró la estadía en las tierras de Eolo. Cuando Ulises le manifestó su deseo de partir, el dios de los vientos desolló un toro de nueve años en cuya piel encerró los vientos que lo harían llegar a salvo a Ítaca. Al décimo día de navegación, y ya con el destino a la vista, Ulises se durmió. Entonces los insensatos compañeros del héroe discutieron sobre el contenido de aquel saco de cuero y decidieron abrirlo para ver su contenido. Deshicieron el nudo dejando escapar los vientos y de pronto se desarrolló una tormenta que arrastró a los navíos mar adentro, nuevamente hasta la isla de Eolo.

El dormirse en un momento clave de su viaje, ya que sucede cuando divisaba la anhelada tierra natal, lo podemos comprender como un acto fallido que encubre el propósito de no regresar a su tierra. Podemos pensar que el estímulo contenido en la percepción de la tierra natal le debía ser insoportable a su vista. Dicha situación, que implicaría una incapacidad yoica (Chiozza, 1970d [1966]) para asimilar el estímulo nos estaría expresando que el héroe aun no estaba preparado. De ese modo, retrasa el tan esperado arribo y vuelve nuevamente a una instancia anterior, a un estado de amor incestuoso.

Ulises volvió a pedirle al dios Eolo que los ayude a regresar a sus tierras y como respuesta obtuvo las siguiente palabras: “¡Sal inmediatamente de mis isla, pues eres el mas miserable de los mortales!.. No puedo ni quiero preocuparme por ti y asegurar tu retorno, pues eres un hombre aborrecido por los dioses!”(Homero, Pág. 207).Los navegantes reanudaron su viaje con el corazón angustiado.

El héroe, como un niño que ya es lo suficientemente grande como para permanecer “encerrado” en un vínculo endogámico, debe salir al mundo, crecer. Eolo, invocando el enojo de Poseidón se comporta entonces, en ese pasaje, como un padre decepcionado que, ofendido por el desaire que siente que su hijo le hace al querer abandonar la casa, reacciona desairando a su vez al hijo en su fantasía de volver al hogar bajo las mismas condiciones que tenía antes de partir. Eolo, como representante de Poseidón (y del padre) no desea “ayudar” a quien insolentemente había desafiado a los dioses.

-Ulises y los lestigones

Llegaron al país de los lestigones. Ulises, a diferencia de sus compañeros, dejó su nave lejos del puerto donde reinaba la calma. Un grupo de expedicionarios se acercaron a los habitantes del lugar pero los lestigones eran gigantes caníbales, y al igual que Polifemo, tomaron a un marinero para preparar su cena. Al ver la escena todos se dirigieron velozmente hacia las naves. Bajo una lluvia de rocas los navíos se hundieron y los monstruosos gigantes ensartaron a algunos con sus arpones para celebrar con sus cuerpos un horrendo banquete. Ulises, lejos de la sangrienta carnicería, consiguió alejarse con su única nave y salvarse junto con algunos de sus camaradas.

Si pensamos que el pasaje por la isla de Eolo representa el vínculo narcisista inherente al incesto, es comprensible pensar que la siguiente “parada” en un”viaje” de crecimiento y desarrollo, esté representada por el intento de identificación homosexual del niño con su padre a través del canibalismo.

En ese sentido, Freud (1912-13) sostiene que el canibalismo de los primitivos contenía la fantasía de recibir en sí partes del cuerpo de una persona, al mismo tiempo que se apropiaban de las cualidades que a ella pertenecieron. El acto canibálico se comprende como un intento de asegurarse la identificación con el objeto por incorporación de una parte suya. La devoración del padre primordial constituyó, en opinión de Freud, el acto canibálico por excelencia . Luego, por proyección de los impulsos, aparecerá representado en el temor a ser devorado por el animal totémico que lo representa , .

Freud (1905d) al estudiar el desarrollo de la libido, estableció la existencia de organizaciones pregenitales dentro de las cuales, la fase oral configuraba la primera de ellas. Posteriormente tomando ideas de Abraham subdivide esta etapa en dos estadios, oral de succión y oral canibálica y considera que la segunda, singularizada por la emergencia de la actividad de morder, se caracteriza por la aparición de la ambivalencia en el vínculo de objeto. Dicha ambivalencia adquirirá notable nitidez durante la etapa siguiente, la sádico- anal “en la cual el fin de dominar al objeto se independiza del acto de comer y se transforma en un fin en sí mismo” (Chiozza y col, (1997d [1995]), Pág 39)

-Ulises y Circe

Ulises arribó luego a la isla de Eea, donde habitaba la pérfida maga Circe, diosa de voz humana y hermosa cabellera. Dividió el grupo en dos; al frente de uno, quedó él, al mando del otro, estaba Euríloco que se dirigió, con veintidós hombres, al palacio de Circe. Al ir acercándose a la mansión de la maga, los hombres empezaron a divisar a aquellos desdichados que la traicionera diosa había encantado con sus brebajes y convertido en leones y lobos montaraces . Oyeron que Circe cantaba con bellísima voz mientras tejía una tela divina. Todos la siguieron imprudentemente menos Euríloco que, sospechando una trampa, prefirió quedarse afuera. La maga preparó un manjar al que añadió una droga maléfica para hacerles olvidar su patria . Luego los tocó con su varita y los rudos tripulantes se convirtieron en cerdos que la maga encerró en el porquerizo. Euríloco, al ver la tragedia, regresó corriendo a la nave. “¡Debemos huir lo antes posible!” (Pág., 213) dijo. Ulises se negó emprendiendo, solo, el rescate de sus compañeros. Cuando se acercó a la mansión de Circe se le apareció Hermes quien le advirtió del peligro y le dio una hierba que debía tomar para evitar el destino de sus compañeros; y le aconsejó: “una vez que Circe te toque con su vara, saca la aguda espada que llevas junto al muslo y lánzate sobre ella como si fueses a matarla. Asustada te invitará a compartir su lecho. No te niegues a hacerlo y piensa que es la única con poder de liberar a tus compañeros y repatriarte. Ahora bien, hazle prestar el solemne juramento de los dioses de que no abriga contra ti designio alguno para tu desgracia y tu perdida, y de que cuando te vea desarmado no hará nada para privarte de tu fuerza y tu virilidad” (Homero, Pág. 215). Así hizo Ulises y le pidió a Circe que liberara a sus hombres antes de ir al lecho con ella. La maga accedió “cruzó las gran sala (..) y sacó a mis hombres, que bajo la suciedad que les cubría, parecían puercos de nueve años” (Homero, Pág. 216). De nuevo volvieron a ser hombres.

De Eolia había partido con la esperanza de encontrar su camino, su rumbo. La llegada a la mansión de la maga parece representar que el conflicto del héroe no estaba resuelto. Aún no podía volver, intentaría antes una salida maníaca, simbolizada por la magia de la diosa que sometía a los comensales a una vida animal, una vida que representa nuevamente el estado de regresión libidinal a los mas bajos e indiferenciados aspectos de la libido .

La perfidia de la maga da cuenta justamente de la ilusión contenida en la magia. La desilusión, por su parte, puede ser vivida, en este mismo sentido, como traición y el sujeto experimentar, paranoicamente, la idea de que las cosas no son como se las habían prometido, sin hacerse cargo de su participación en la ilusión.

La alusión a que los puercos aparentaban tener nueve años hace pensar en una detención del desarrollo. “Nueve años y aun puercos”, parece decir. Los marineros vuelven a ser hombres gracias a que Ulises, en esta oportunidad, no se deja engañar por fantasías mágicas y maníacas. Así como el engaño es vivido paranoicamente como “alguien que lo engaña a uno”, la protección puede ser vivida como proveniente, también, del exterior como “alguien que lo protege a uno, que lo cuida” .

Hasta el final del año permanecieron en el palacio de Circe al término del cual, Ulises le solicitó a la maga que los deje ir. La diosa les aconsejó que, antes de volver a su patria, debían descender a la mansión del Hades a consultar el futuro a Tiresias, el adivino de Tebas. Allí debían excavar un hoyo, hacer libaciones a los muertos y ofrendar unas reses en sacrificio. Las almas de los muertos acudirían a beber la sangre derramada, pero Ulises no debía dejarlas beber hasta que llegara el viejo adivino quien le diría el rumbo, las distancias y cómo volver al mar.

La consulta con Tiresias representa el principio de la salida del incesto. Recuérdese que Tiresias es el mismo adivino que hizo que Edipo y Yocasta “abrieran los ojos” ante lo que estaba sucediendo entre ellos. En ese mismo sentido, el sacrificio que Ulises debía hacer representa el duelo por la vida infantil, por la unión beatífica con la madre y por la ilusión de permanecer como “His Majesty the baby”.

Al llegar al Hades, Ulises invocó el espíritu de los muertos. La bajada al Hades es el encuentro con las profundidades del inconciente, con la experiencia filogenética y con aquellas representaciones heredadas que conforman el carácter y el destino de la persona. Es allí donde el psicoanálisis “va a buscar” las representaciones que permitan comprender las modalidades vinculares que condicionan el tipo de relación de objeto que el sujeto establece en sus primeros años de vida que imprimen un sello indeleble que reproducirá, con algunas variables, a lo largo de su vida .

Ulises se encontró en el Hades primero con su madre que, nostálgica había muerto de melancolía, la misma melancolía que sumía a Penélope en un interminable llanto a lo largo de los años de espera, en un sufrimiento con el cual torturaba a los pretendientes y a su propio hijo impidiéndole desarrollarse libre del martirio culposo de dejar sola y desamparada a la madre. Como vimos, esta conducta de la reina madre contiene toda la ambivalencia de un vínculo en el cual, aparentemente, hay sólo amor, pero contiene el componente disociado del odio que Freud ha descrito en “Duelo y Melancolía” (Freud, 1917e[1915]) manifestado en Anticlea, con la muerte nostálgica, al modo de un suicidio, que contiene todos los componentes de un reproche al objeto.

Luego Tiresias le advirtió sobre la próxima isla a la que llegarían, la del dios Sol, el que “todo lo ve y todo lo oye” (Pág, 226), en la que pastaban las vacas y ovejas del dios. Les advirtió que si respetaban el rebaño, nada les pasaría, pero si no eran capaces de hacerlo y les causaran algún daño, no le aseguraba que sus hombres ni su nave regresen a Itaca. Quizás él si, pero en nave ajena y en pésimas condiciones, para encontrar en su casa nuevas desdichas y ver cómo unos hombres soberbios comen sus bienes y pretenden a toda costa desposarse con su mujer.

Tiresias, parecería representar un desdoblamiento del personaje de Ulises, se ha quedado ciego por haber visto aquello que no debía ver y ahora, en el Hades, representa al conocimiento, a la sabiduría que Ulises debe ir a buscar para salir del vínculo incestuoso con su madre, crecer y desarrollarse. También encontró a Yocasta, la madre de Edipo, cuya alusión parece hacer referencia a ese doble vínculo de culpa y castigo por los deseos incestuosos que el niño abriga hacia su madre y que deben ser elaborados.

Luego de pasar por el Hades, Ulises volvió a Eea donde Circe les advirtió sobre los futuros infortunios que iban a sufrir los navegantes “Ya estáis, pues, al final del primer viaje. (..) Tendréis que pasar primero cerca de las Sirenas, que encantan a cuantos hombres se les acercan. ¡Loco será quien se detenga a escuchar sus cánticos, pues nunca festejarán su mujer y sus hijos su regreso al hogar! Las Sirenas lo encantarán con sus frescas voces. La pradera en donde habitan tiene a su alrededor una orilla blanqueada por los huesos de los hombres cuyas carnes se pudrieron...¡Pasa sin detenerte después de taponar con blanda cera las orejas de tus compañeros! ¡Que ni uno solo las oiga! Tu solo en la nave puedes oírlas si quieres, pero con los pies y las manos atadas y en pie sobre la carlinga, hazte amarrar al mástil para saborear el placer de oír su canción!” (Homero, Pág.244.)

Según G. Chiozza y colab. (1993) “las sirenas con su canto representan al ideal del yo” (Pág. 105) que se presenta ante el yo como un superyo tanático, destructivo pero encantador, que tienta (Chiozza L., 1966 cit. por G. Chiozza y colab., 1993). Gavechesky y Karamanián (1992) sostienen que, la cualidad de “encantamiento” que tiene ese particular canto, en el doble sentido de seducción mágica y gusto, representa a las pasiones desenfrenadas del ello correspondientes a los deseos incestuosos que podrían llevar a la desorganización y la muerte. El canto de las sirenas, entonces, representaría las pulsiones desenfrenadas del ello, la fascinación ante un objeto ideal, incestuoso y por lo tanto endogámico que se presenta, al modo de una regresión, como una ilusión de satisfacción pulsional (ídem.). El yo, aturdido por el encantamiento del hechizo, estaría imposibilitado de percibir los peligros que la realidad acecha y por lo tanto quedaría librado a seguir los pasos que le dicta su ideal del yo en la forma de un superyo tanático, destructivo y encantador, que tienta y provoca hipnosis (Chiozza L., 1984, cit. por Gavechesky y Karamanián, 1992).

La maga Circe, con sus consejos, representa, en este pasaje, al superyo protector (Gavechesky y Karamanián 1992; G. Chiozza y colab. 1993) que aconseja desoír las tentaciones, ordena a sus marineros que tapen sus oídos y lo aten a Ulises al mástil de la nave.

Según G. Chiozza y colab. (1993) las distintas vicisitudes que puede experimentar el yo en el contacto con los ideales aparecen representados en los distintos personajes del mito. Así, aquellos marineros que imprudentemente se acercan a la costa haciendo naufragar la nave, representan al yo débil que, "carente de un superyo protector que con prohi¬biciones lo aleje del peligroso maná, se expone más allá de su capacidad de asimilación y perece. Los compañeros de Ulises representan a un yo que, si bien es débil como para enfrentar el maná de esos ideales, cuenta con un superyo protector a quién obedecer representado en el mito por los consejos de Circe”(Pág. 106). Finalmente Ulises representaría un yo aun más fuerte que el de los marineros pero no lo suficiente como para enfrentarse a esos ideales debido a que no necesita desoír los encantos, pero si inhibir el polo motor, al modo de lo que sucede en el estado onírico (G. Chiozza y colab, 1993) para no llevar a la acción lo que sus pulsiones dictan.

El final del primer viaje representa el final de una etapa caracterizada por la infancia. El segundo viaje corresponderá, entonces, a la pubertad y a la adolescencia, período en el cual la protección y seguridad que el sujeto obtenía de sus padres deberá pasar a ser suya como así el hacerse responsable de sus actos y sus deseos. Circe, como dijimos, al modo de un superyo protector, no dejó desamparado a Ulises, lo previno de los peligros que correrían y de la responsabilidad que asumía al reanudar el viaje. “Después de que tus remeros hayan dejado atrás a las Sirenas, se te ofrecerán dos caminos. No te diré cual elegir pues la decisión a ti te corresponde.”(Homero, Pág. 244-245)

Les advirtió que por un camino encontrarían a las Erráticas, unas rocas que se juntaban cuando los navegantes deseaban pasar entre ellas. El otro camino conducía a un pasaje entre dos escollos. A un lado, un enorme peñasco se alzaba en el cielo; allí existía una cueva donde habitaba Escila, un monstruo de seis cabezas que atrapaba y devoraba a los hombres . Al otro, “la divina Caribdis” es un remolino que amenaza con tragarse la nave; “sobre las turbias aguas: tres veces al día las vomita y otras tantas ¡oh terror! Vuelve a sorberlas”(..) “Es mejor que elijas a Escila haciendo pasar rápidamente a tu nave. Es preferible que llores a otros seis compañeros y salves el barco, que perecer todos juntos” (Homero, Pág.245).

Escila parece representar el enfrentamiento con el duelo primario (Chiozza, 1970h [1968]) vivido como un monstruo que devora, que se lleva una parte de sí mismo representado por los seis marineros que debían padecer. Corresponde al duelo por los aspectos visuales-ideales que, en el curso del desarrollo no se han logrado materializar .

Caribdis, en cambio, parece corresponder a la elaboración melancólica del mismo conflicto frente a los ideales persecutorios que “aturden” al yo. El precio de dicha elaboración fallida es que el yo se abandona, hundiéndose en las profundidades de los vínculos endogámicos, con la fantasía de que “si no se puede vivir como yo desearía, porque debo hacer el duelo, entonces no vale la pena vivir”. Es así que Caribdis traga y vomita como una representación de aquello que debe asimilar y al mismo tiempo no tolera.

Ulises, que no se resigna tan fácilmente a tener que perder a seis de sus compañeros le pregunta a Circe si al evitar a Caribdis podrá atacar al otro monstruo, aludiendo de esta manera a la dificultad del héroe de hacer el duelo por los ideales incumplibles, a lo que la hechicera le responde: “¡Tu no ves, pobre amigo, más que guerra y lucha por todas partes! ¿es que no queréis ceder ni ante los dioses inmortales?. Escila no puede morir. ¡Es un mal eterno, un azote terrible, un monstruo inatacable!” (Homero, Pág. 246). Expresa así que el duelo es inevitable si desea vivir, que es mejor vivir con menos que morir con todo y que ese duelo, que puede ser vivido paranoicamente como un mal que la vida nos impone, no se puede evitar por más que se luche.

Circe, le advirtió además que luego de sortear los monstruos llegarán a la isla de Sol y, al igual que lo hiciera antes Tiresias, le aconsejó que respete a los rebaños que el dios poseía.

Ulises se embarcó, enfrentó a las Sirenas y se alejó victorioso . Luego le llegó el turno con los horribles monstruos que Circe le había anunciado, perdiendo seis hombres en manos de Escila.

- Ulises y Sol

Llegaron a la isla de Sol. Ulises deseba esquivar la isla para evitar que los marineros cometan la imprudencia de matar al ganado del dios, pero Euríloco, rencoroso, le respondió: “¡Eres egoísta y cruel, Ulises! Tu vigor está intacto y tus miembros no conocen el cansancio. Tu esqueleto debe ser de hierro, pues cuando a los demás nos rinde el sueño y la fatiga, nos prohíbes atracar en la isla (..) donde podríamos cenar espléndidamente.(..) No, ahora es hora de ceder a las sombras nocturnas (..). acampemos cerca de la nave y mañana, al amanecer, embarcaremos otra vez para seguir nuestro viaje”. A lo que Ulises le respondió: “¡Os imponéis a mi porque estoy solo!. Pero al menos prometedme (..) que si encontramos algunas manadas de vacas (..) ninguno de vosotros incurrirá en la fatal impiedad de matar a una sola.” (Homero, Pág. 254)

En este pasaje Ulises pareció obrar con responsabilidad y respeto por las leyes de convivencia entre padre e hijo (representado simbólicamente por las leyes entre hombres y dioses). Pero podemos imaginarnos que si bien por un lado deseaba considerar las leyes y las normas (“tu esqueleto debe ser de hierro ”, le dicen), por el otro todavía abrigaba viejos rencores manifestados en el sentimiento de injusticia, proyectado en Euríloco, presente en el reproche al tener que postergar la descarga inmediata de sus deseos. El hierro del que estaba hecho, metafóricamente, su esqueleto, nos hace pensar en que el respeto a las normas, que Ulises deseaba mantener, formaban parte de una pseudoidentificación en el sentido en que las respetaba como un niño obediente, pero no como producto de la internalización de la convicción de los motivos del acto.

Desembarcaron. Al día siguiente se levantó un viento huracanado que les impidió la partida. Se agotaron las provisiones y el hambre los torturaba, les retorcía el vientre. El Hambre es una de las entidades que Hesíodo incluye entre los hijos de la noche. Hambre es hermano de Crimen, Oscuridad, Olvido y Sueño. El trío siniestro de potencias nocturnas Olvido, Sueño y Hambre, estaban al acecho (Vernant, 2000).

Ulises se adentró en la isla alejándose de sus compañeros y en el monte se durmió. Mientras tanto, entre los marineros, el Hambre tuvo el campo libre para incitar, por boca de Euríloco, a los marineros para que sacrifiquen una vaca y saciar su apetito. El olor de la grasa asada despertó a Ulises y desesperado corrió a increpar a sus compañeros. Ya no había más remedio pues las vacas habían muerto y los dioses enviaban señales inequívocas de su cólera: las pieles serpeaban y las carnes crudas o asadas mugían en los asadores. Los animales estaban muertos.... pero eran inmortales.

La voracidad, afecto específicamente vinculado con la fase oral secundaria o canibálica, se constituye como un modo de “amar” a través de la acción de incorporar y destruir al objeto. “Cuando la voracidad funciona en armonía con el conjunto del yo, es decir cuando está ligado libidinosamente, se integra dentro del comer normal. Cuando se incrementa y se recorta como figura visible, es indicio de un fracaso en el proceso de incorporación. Sus características más típicas están referidas a la velocidad y a la cantidad de la ingesta. ”(Chiozza y colab. (1997d [1995]) Pág. 50 )

La devoración canibálica del protopadre de la horda primordial que Freud describe en Tótem y Tabú (Freud, 1912-13) tenía como fin último la incorporación, a los fines de la identificación, con la figura del padre. En la medida que dicha incorporación se realizó vorazmente, se acompañó de vivencias de persecución y triunfo que imposibilitaron una adecuada identificación (Chiozza y col. 1997d [1995]).

Según lo que venimos sosteniendo, la aventura de Ulises conserva a lo largo de toda la historia una guía en torno al proceso de asimilación-identificación. En el punto en el que se encuentra el héroe, la devoración de la vacas del dios Sol parece representar el fracaso de este proceso en la medida en que dicha incorporación es llevada a cabo vorazmente . Por falta de vigilancia, que lo podemos comprender como un acto fallido pleno de sentido, Ulises ha “permitido” que lo inconsciente reprimido brote a la conciencia con toda la fuerza de las pulsiones del ello. El fracaso por mantener el respeto al dios Sol, representante del padre, proyectado en las acciones de los voraces marineros, da cuenta de la ambivalencia con la que era sostenido dicho respeto. Los marineros, quienes desobedeciendo la orden de Ulises, dieron “rienda suelta” a sus deseos justificándose en la necesidad. Pero dicha necesidad no parece referirse, como en lo manifiesto, al hambre (ya que si así fuera no habría motivos para que sea ejecutada con voracidad), si no al odio y la envidia que, encubiertos bajo el manto de la necesidad, conducen a que la saciedad del hambre se transforme en una acción persecutoria con el objeto “dueño” de las posesiones .

El vínculo persecutorio, producto de la devoración de las vacas de Sol, está magníficamente representado en las vacas que una vez muertas continúan mugiendo como la voz de la conciencia al modo del remordimiento que devora a los insensatos marineros luego del criminal acto.

Una vez amainado el viento se hicieron a la mar y Sol se dirigió a Zeus pidiéndole venganza, de lo contrario dejaría de brillar para los inmortales y brillaría en el Hades. Zeus entonces hundió la nave y sólo Ulises logró sobrevivir.

-Ulises y Calipso

Aferrado a un trozo de madera de su nave flotó durante nueve días y finalmente las olas lo depositaron totalmente agotado, en una playa de la isla Ogigia donde Calipso, la ninfa de hermosas trenzas, la terrible diosa dotada de voz humana, lo recibió amistosamente.

Permaneció allí diez años, como un símbolo del tiempo necesario para alcanzar la madurez, viviendo en una constante intimidad amorosa con la ninfa sin otro contacto, sin otra presencia, en una soledad de dos. Calipso era todo amor y solicitud, y así como indica su nombre que viene del verbo griego “kalyptein”, “ocultar” (Vernant, 2000) mantuvo oculto a Ulises de todo contacto con el exterior.

Si hasta aquí la travesía del héroe lo alejaba del mundo de los hombres hacia el mundo de los muertos, de lo siniestro, lo ominoso, en ese momento se encontraba fuera de todo, en una suerte de paréntesis junto a la divinidad. Calipso tenía la esperanza, a pesar de la melancolía , que aquejaba a Ulises, de hacerle olvidar el regreso . Le ofreció la inmortalidad, la juventud perpetua, libre del temor a la muerte y a la vejez. Sólo debía quedarse con ella y amarla por toda la eternidad y ser, como habíamos dicho antes, “His Majesty the baby” para Calipso y para su propio narcisismo. De este modo el nudo de esta historia parece ser entonces el dilema del héroe. Ha conocido, con espanto, la muerte de cerca, y la diosa le propuso la inmortalidad. El precio era permanecer allí, oculto, pasar al olvido. Calipso le ofreció una inmortalidad anónima, no la inmortalidad del héroe griego que trasciende su vida en los relatos , sino una vida eterna, en el aislamiento. Pero Ulises, a diferencia de sus compañeros, nunca cayó en las garras del olvido, es el hombre del recuerdo, dispuesto a afrontar todas las pruebas y sufrimientos para realizar su destino.

El significado del nombre “Calipso” adquiere así nueva significación. No sólo es la que oculta a Ulises sino también la que encubre sus mas profundos deseos narcisistas bajo un “manto” de amor.


- SEGUNDO CONCILIO DE LOS DIOSES

En un segundo concilio de los dioses, Atenea insistió en ayudar a Ulises. Zeus envió a Hermes a ordenarle a Calipso la libertad del héroe. Calipso, al escuchar el mensaje que Zeus le envió, acusó a los dioses de oponerse a la unión que ella tenía con su cautivo. “¡Qué lamentablemente celosos de las diosas sois los dioses cuando les negáis el derecho a compartir su lecho con el mortal que su corazón ha elegido como esposo! (...) Ahora es a mi a quien envidiáis, ¡oh dioses!, por la presencia a mi lado de un hombre mortal al que salvé cuando llegó solo, agarrado a la quilla de su nave que Zeus había hundido en medio del mar oscuro con otro de sus rayos. (..) yo lo acogí, lo cuidé y le prometí hacerlo inmortal y eternamente joven...Pero tienes razón: cuando Zeus, el portador de la égida, da una orden no hay modo de que un dios la desobedezca.” (Homero, Pág. 133) .Calipso se dirigió a Ulises para comunicarle la decisión de los dioses, y celosa, le advirtió: “Escucha,(..) si es cierto que deseas volver a tu patria y a tu hogar, no seré yo quien te retenga. Mas si tu corazón pudiera adivinar las calamidades que te acechan antes de pisar el suelo de tu tierra natal, te quedarías aquí, a mi lado, y querrías permanecer en esta isla para proteger mi morada y hacerte inmortal, cualesquiera que sean tus deseos de volver a ver a una esposa cuyo recuerdo te acompaña a todas horas..., a pesar de que puedo vanagloriarme de no ser inferior a ella en belleza y arrogancia y de saber que las mortales no pueden rivalizar con las diosas en cuerpo y en rostro” (Homero, Pág.136). A lo que el ingenioso Ulises, en su intento de apaciguarla, le respondió seductoramente: “Escucha y perdóname, ¡oh diosa venerada! Eso mismo me digo yo. Se muy bien que por grande que sea su prudencia Penélope no te puede igualar ni en hermosura ni en grandeza, pues solo es una mortal y tu jamás conocerás la vejez ni la muerte. Y no obstante el único afán que siento cada día es de regresar a mi casa, el de ver en mi hogar lucir el día de vuelta. Si alguno de los inmortales desea todavía atormentarme, lo sufriré con paciencia(..). Así habló, mientras el sol se ponía. Vino el crepúsculo, y diosa y mortal volvieron al fondo de la profunda gruta para pasar la noche uno en brazos del otro, gozando las delicias del amor”. (Homero, Pág.136)

Celos y envidia embargaban a Calipso. Dichos afectos, proyectados en los dioses a quienes la ninfa acusaba, son los que ella misma albergaba en el fondo de su corazón y que claramente se manifestaban en la alusión a la belleza de Penélope. La diosa, como la madrastra de Blancanieves, le preguntó a Ulises, que hacía las veces de espejo mágico, “quien era la más hermosa”, y el héroe respondió tratando de apaciguar los celos y la envidia que percibía. Así como “el narcisismo de la madrastra [de Blancanieves] está representado por el espejo mágico y su continua búsqueda de la seguridad respecto de su belleza” (Bettelheim, 1975, Pág. 283), el conflicto que se juega en esta escena parece ser del mismo modo de carácter narcisista, pero ahora interpretado en la figura de Calipso compitiendo con Penélope. Según Bettelheim, (1975) “..es la imagen del progenitor narcisista que se siente amenazado por el crecimiento de su hijo, pues esto significa que él está envejeciendo. Mientras el niño es totalmente dependiente, permanece como si fuera parte de su progenitor; no hiere el narcisismo paterno. Pero cuando el pequeño empieza a crecer y alcanza la independencia, esta figura paterna narcisista lo experimenta como una amenaza” (Pág. 283) al igual que ocurre con la diosa Circe.

Por otro lado podemos interpretar la otra cara del conflicto. De un lado, la madre atrapa y encierra al niño en una relación endogámica e incestuosa y vive la intromisión del padre como una fantasía de castración; del otro, el niño, a quien la madre prodiga todos los cuidados y ofrece la fantasía de una vida libre de calamidades, rehúsa el contacto con el padre y la salida a la exogamia sosteniendo, en su fantasía, la creencia de que al abrigo de la madre se sentirá satisfecho.

El crecimiento comprometerá entonces un distanciamiento del vínculo materno – filial y un acrecentamiento del vínculo paterno – filial .

Pero Ulises aun no ha crecido ya que, en la medida que la decisión de irse de la isla no ha surgido de una necesidad propia si no de la incitación de Atenea, él no se siente aun responsable de su destino. De ese modo, es Calipso la que lo encierra y es Atenea la que lo libera, pero él, como un niño que no desea hacerse cargo de la decisión (quizás ante el temor al fracaso), espera que el destino, los dioses o algún otro, decida y él, irresponsablemente, va....

Esto nos permite comprender el motivo por el cuál cuando Ulises zarpó en un balsa, Poseidón, encolerizado, “interpretó” la osadía del héroe nuevamente como un desafío desde una posición infantil y lo hizo naufragar. Pasó varios días a la deriva, aferrado a un tronco de su embarcación, hasta que finalmente divisó las costas de Feacia .

-Ulises en Feacia

En la playa, cansado y maltrecho, cayó dormido bajo dos arbustos “que nacidos de un mismo tronco, no dejaban penetrar ni los vientos más fuertes ni las húmedas brisas, ni el resplandor de los rayos del sol, ni las lluvias, pues formaban un techo compacto” (Homero, Pág.145)

Chiozza y colaboradores, (Chiozza y col, 1991c [1990]) consideran que el sostén y la protección, funciones predominantemente óseas, se apoyan sobre un sistema normativo adecuado que constituye el sentimiento de seguridad. Dicho sentimiento se experimenta, entonces, cuando se dispone de un grupo de normas adecuado, que “constituye ‘el límite’ que presta ‘apoyo’, brindando sostén para la acción incierta y protección contra un accionar dañino.” (Pág.138) “El sentimiento de seguridad surge cuando el cuidado, que en un principio es ejercido por los padres, se constituye como una función del yo mediante un proceso que lo delega, como estación intermedia, en el superyo” (Pág. 150)

Klein (M Klein, 1952) sostiene que en el progreso desde la posición paranoide-esquizoide a la depresiva el niño concibe a las figuras parentales combinadas . Con el crecimiento, “a medida que se desarrolla una relación más realista con los padres, el bebé llega a considerarlos como individuos separados, o sea que la primitiva figura parental combinada pierde su fuerza.” (Pág. 88)

Los dos arbustos, nacidos de un mismo tronco, podemos comprenderlo entonces, a la luz de estas ideas, como la imagen que el niño posee de sus padres, en momentos de pasaje de la etapa paranoide esquizoide a la depresiva . Imagen que luego se instaura en el superyo (superyo protector) como una figura protectora en tanto se constituye como un conjunto de normas que brindan sostén y protección.

A la mañana siguiente el barullo de un grupo de mujeres que jugaban a la pelota en la playa despertó a Ulises. Entre esas mujeres estaba Nausícaa, la hija del rey de los Feacios, a quien Atenea había visitado, durante el sueño, urgiéndola a ir a lavar su ropa al río ya que, como mujer en edad de casarse, debía tener preparadas y limpias sus mejores túnicas. Ulises le pidió ayuda a la princesa y ella, impresionada por la forma de hablar del extraño, le dio alimento y ropas y le dijo que la siguiera a la casa del rey donde le diría cómo debería hablarle a la reina para que ella le diera hospitalidad y lo ayudara a regresar a su patria. Así lo hizo; solicitó la compasión de la reina, relató sus años de cautiverio en la isla de Calipso, su reciente liberación, el naufragio y la ayuda de Nausícaa. El rey Alcínoo se impresionó del relato y del hombre que lo contaba y le ofreció la mano de su hija o, si lo prefería, la ayuda para regresar a su patria. Ulises escogió la segunda opción.

El encuentro con Nausícaa, cuyo nombre significa “la que quema las naves”, representa la salida del narcisismo, el contacto con el “mundo real”; una salida que, como su nombre lo indica, contiene el duelo primario por lo que el yo ya no va a ser. El quemar las naves implica que las acciones cometidas, las decisiones tomadas, ya no tienen retorno, como no tiene retorno el niño al vientre materno. El héroe “debe” seguir adelante y si bien en cualquiera de las dos opciones que le dio a elegir Alcínoo la meta era la exogamia, el rechazo a la princesa y la decisión de volver a su hogar parece significar que Ulises aun no se siente maduro y necesita postergar un tiempo más el encuentro con la mujer. En ese sentido, también casarse con la princesa sería como “quemar etapas”, pasar, maniacamente, por encima de las fases de desarrollo necesarias para un crecimiento en forma.

Alcínoo ordenó luego una fiesta y la celebración de juegos en honor a su huésped. Laodamante, un joven noble del palacio de Alcínoo, increpó a Ulises incitándolo para que compitiera.

Chiozza y colaboradores (1997d [1995]) sostienen, sobre ideas de Freud, que así como en la “fase oral canibálica” la incorporación del objeto conlleva la acción de morder y masticar, “más tarde (..) el interés libidinal del niño está centrado en el dominio "muscular" del mundo”. (Pág. 52). Freud considera que la pulsión de apoderamiento, sustentada en el sadismo de la pulsión, hallará una de sus raíces, en la actividad muscular. De este modo, los componentes crueles de la pulsión sexual provendrán de la pulsión de apoderamiento en el momento en que aún los genitales no han asumido el papel que luego desempeñarán en la vida sexual del sujeto. Dichos componentes corresponderían a las pulsiones sádicas y anales que dan lugar a la oposición activo - pasivo. (Freud, 1905d)

De ese modo, podemos comprender que la competencia a la que Ulises está “expuesto” representa, entonces, el pasaje de la etapa oral canibálica a la etapa anal. Una etapa caracterizada por la polaridad afectiva activo-pasivo, donde la rivalidad, vivida en términos anales, estaría configurada por el deseo de destruir al objeto (ya sea con “sabias” palabras o a través de la fuerza muscular).

Al día siguiente, como si de un nuevo nacimiento se tratara, los feacios transportaron, dormido, a Ulises hasta Ítaca y lo depositaron en tierra junto a todos los tesoros que le habían regalado .


- LA LLEGADA A ÍTACA
- Ulises y Telémaco

Cuando Ulises despertó no reconoció su tierra. Atenea le explicó donde se encontraba, lo ayudó a esconder los tesoros, le advirtió de la presencia de los pretendientes en su casa y le aconsejó dirigirse a la casa del porquerizo Eumeo, el guardián de los cerdos de Ulises, y esperar allí a Telémaco. Antes de partir transformó al robusto héroe en un viejo mendigo para que nadie lo pudiera reconocer y para que pudiera planear cómo deshacerse de los pretendientes.

El sueño y el despertar parecen indicar que comienza una nueva etapa en la vida del héroe. La evolución del sujeto, desde la infancia a la adultez implica, entre otras cosas, el cambio desde una posición de dependencia, bajo la protección y supervisión de los padres, hasta la asunción de la responsabilidad de la propia vida . En ese sentido O. Rank (1993 [1909]) expresa que “el desligamiento del individuo en crecimiento de la autoridad de los padres, constituye uno de los pasos más necesarios, pero también más penosos de la evolución” (Pág 82)

Los cambios de identidad, de robusto héroe a endeble mendigo supone una inversión del contenido. De este modo, podemos pensar que, en este pasaje, nuestro héroe es en realidad el mendigo que desea convertirse, mágicamente, en un robusto héroe , o el niño que, malinterpretando su incapacidad transitoria como impotencia, fantasea con la idea de poseer una fuerza que conserva latente . La historia parece invertir los tantos y decir: “en realidad soy un robusto héroe vestido de mendigo con la intención de disimular.”

Ulises imaginaba que, desde las sombras, podía planear la venganza. Destruir a los pretendientes implicaba para el héroe recuperar su mujer, su hijo y su reino, o sea, recuperar su lugar, su posición, dentro de la familia.

Ulises llegó a la casa del porquerizo Eumeo pero no se dio a conocer, lo engañó inventándole la historia de que era cretense para probar si su hospitalidad era genuina. Preguntó al porquerizo por Ulises, por Penélope y por Telémaco. Eumeo dio cuenta de la situación en la que vivía la reina y su hijo desde hacía años y de los planes que los pretendientes cosechaban para el futuro. Mientras tanto, en Esparta, Atenea se le apareció en un sueño a Telémaco y le dijo que debía regresar de inmediato a Ítaca y dirigirse a la casa de Eumeo.

El engaño de Ulises al porquerizo parece ser producto de la desconfianza con la que el héroe vivía. Así como el paranoico, por proyección de sus propias mociones hostiles, teme el daño que los objetos le puedan ocasionar, Ulises desconfiaba y necesitaba probar si las intenciones de los otros eran genuinas ya que él vivía permanentemente inventando innumerables ficciones bajo las que escondía sus prácticas. En la desconfianza, se ubica él mismo en el lugar del superyo probando, en los otros, el respeto y la hospitalidad que él mismo no había tenido para con los dioses.

Cuando Telémaco llegó se encontró con el mendigo al que no reconoció como su padre. Eumeo salió para avisarle a Penélope de la llegada de su hijo y Atenea le devolvió al mendigo su forma original. Ulises entonces le confesó a su hijo quién era.

Eumeo, cuyo nombre significa “el buen partero” es quien reúne por primera vez al padre y al hijo. Esta unión inaugura un nuevo orden social; Telémaco “se convierte” en hijo y Ulises en padre, dos términos de una relación social, humana, constitutiva de la identidad.

Ante la repentina aparición de su padre, Telémaco, entre asustado y desconfiado, le dijo: “¡No, no!¡Tu no eres mi padre Ulises!¡Eres un dios que quiere engañarme para aumentar mis penas y mis lágrimas! (..)”. Ulises le responde: “La vuelta de tu padre al hogar, Telémaco, no debe provocar sorpresa o temor en ti.”(Homero, Pág. 323)

Freud (Freud, 1912-13), sostiene que “el cuadro que el paranoico reproduce en su delirio de persecución es el de la relaciones entre el niño y su padre”(Pág 57). El hijo dota de poderes omnipotentes a su padre y “puede comprobarse que su ulterior desconfianza con respecto a él se halla en proporción directa con el grado de poder que antes le había atribuido” (ídem.)

“He venido aquí por orden de Atenea para tramar contigo la muerte de nuestros adversarios”(Homero, Pág.324). Padre e hijo se unen en un proyecto en común. Ahora el perseguidor es proyectado y aparece reencarnado en la figura de los pretendientes, por lo tanto la rivalidad edípica paterno – filial queda relegada a un segundo plano o mejor dicho, proyectada sobre otro objeto.

Por un lado el deseo de vencer a los rivales y la reconquista de Penélope la podemos comprender como el tardío resarcimiento de su humillación por haber tenido que ceder a Helena a Menelao, o sea, si antes cedió, ahora, como en un sueño de triunfo edípico, desea derrotar a los pretendientes y ocupar él el lugar del elegido. Por el otro esta situación, que también se le repetiría en su vínculo con su hijo (ya que Ulises “viene” a desterrar a Telémaco de los brazos de Penélope) representaría el haber comprendido y aceptado, como resultado de la elaboración y el duelo, la lucha cotidiana por las cosas que uno desea y quiere mantener. En ese sentido, derrotar a los pretendientes implicaría un acto de responsabilidad para con su mujer y su hijo, sería asumir los deberes matrimoniales y la paternidad.

Ulises le contó entonces cómo tramaba su venganza en la que participaría también Eumeo. Pretendía entrar al palacio como mendigo y alcanzar su arco, que sólo él podía tensar, para matar a todos los pretendientes. Telémaco se adhirió al proyecto: “¡Padre: pronto conocerás mi alma y verás que no soy un atolondrado!” (Homero, Pág. 327)

Chiozza (Chiozza, 1995k [1989] rec. 7319) sostiene que la tontería proviene de tres fuentes “infantiles”: Nuestra imposibilidad de alcanzar al padre, nuestra prohibición de superar al padre (por la cual ser inteligente y curioso es malo y ser tonto y distraído es bueno) y nuestro límite en el contacto con la realidad .

Según Bianconi (2003) “el dicho o hecho tonto está fuertemente emparentado con impulsos hostiles” (Pág 10), manifestados a través de una rivalidad que, según Chiozza (Chiozza, 2003 ), no llega a la etapa vaginal sino que se mantiene en la etapa fálica. Así lo vemos a Telémaco, luchando contra una hostilidad que, como veremos unos párrafos más adelante, se revelará a través de una “inocente torpeza” .

- Ulises y los pretendientes

Ulises se enfrentó a las ofensas de los pretendientes que lo denigraron por su aspecto de mendigo. Ante el bullicio, Penélope decidió bajar a la sala y habló con su esposo sin reconocerlo. Ulises le inventó una historia y le dijo que conoció a su esposo y que pronto volvería. La reina, en agradecimiento por sus palabras, ordenó a la anciana Euríclea, la nodriza de Ulises, que le lave los pies. En ese acto la nodriza reconoció al héroe de Troya gracias a una cicatriz que conservaba en su pierna, fruto de la embestida de un jabalí durante una cacería siendo Ulises joven. El héroe le pidió que guardara el secreto.

Según Chiozza y colab. (1997b[1995]) “cuando el conflicto con la identidad y la pertenencia adquiere suficiente importancia, la imposibilidad de reconocer la propia pertenencia da lugar a la pretensión de otra pertenencia, impropia, que transforma al sujeto en un impertinente, en el sentido de quien está fuera de lugar, no pertenece o no concierne al asunto”(Pág 243). Recordemos que Ulises era un impertinente en el sentido de insolente o irreverente .

La identidad determina al héroe en una particular pertenencia a una familia y una estirpe (entre otras pertenencias) (Chiozza, 1997b [1995]). La cicatriz, como símbolo distintivo de su identidad, representa aquello que lo constituye como diferente entre sus similares. De este modo, podemos pensar que la nodriza Euclídea, cuyo nombre significa “la del gran renombre”, parece representar un objeto que intenta ubicar a Ulises en el lugar que le corresponde, al reconocer en él el símbolo distintivo e identificatorio de su persona.

Nos podríamos preguntar ahora ¿por qué Ulises engañó a Penélope? Él ya estaba de vuelta en su hogar y por lo tanto su lugar estaba, supuestamente, asegurado por ser quien era. Sólo debía mostrar su cicatriz para ser reconocido. Pero Ulises, estimulado por sus ardientes celos y su deseo de venganza quería concretar su plan y matar a los pretendientes; como si la matanza lo pudiera asegurar en un lugar que con el sólo reconocimiento no le bastara. Esta situación da lugar a imaginarnos que ya no era por “su” lugar por el que sufría Ulises, sino por los deseos que los pretendientes tenían hacia su esposa (que podemos suponer que no eran diferentes de los que, en su infancia, había tenido él hacia su madre y más tarde hacia Helena). Y, yendo un poco mas allá, por los deseos que su esposa tendría hacia los pretendientes. O sea recuperar a su esposa implicaba “matar” a los pretendientes que habitaban en los deseos de Penélope .

En ese sentido Homero relata que esa noche, al retirarse a dormir, Ulises no pudo conciliar el sueño pensando en la venganza que ejecutaría al día siguiente. Permaneció despierto y vio salir del palacio, entre risas y bromas, a las traidoras esclavas, representantes del aspecto infiel de la reina, que iban a pasar la noche con los pretendientes. “...el corazón se le encrespó dentro del pecho sin saber qué decir(..) todo su corazón ladraba”.(..) “golpeándose el pecho, refrenó sus impulsos” (..) “su alma resistía, anclada en la paciencia, mientras desasosegado daba vueltas en su lecho (..) se revolvía meditando de qué modo podría atacar él solo a aquella multitud desvergonzada”. (Homero, Pág .385).

Si tenemos en cuenta que según Chiozza y colab. (1997b[1995]), “en el caso de la pertenencia como propiedad, el concepto [de pertenencia] no se refiere, en primera instancia a la identidad, sino también a una posesión del yo”(Pág 240) (aunque aclaran que las posesiones, son también atributos y cualidades que definen la identidad) podemos pensar que son justamente estas posesiones, o mejor dicho la recuperación de las posesiones a través de la eliminación del rival (o los rivales), lo que, a los ojos del héroe, podría devolverle su perdida identidad de rey.

En ese mismo sentido, los autores sostienen que en algunas situaciones, en procura de evitar el sentimiento de exclusión, es posible que se incremente el conflicto vinculado al sentimiento de pertenencia. De este modo el vínculo entre los celos y el conflicto de identidad que embargaba a Ulises se combinan para planear la estrategia.



- El juego del arco.

Penélope propuso un juego en cuya habilidad su esposo se había destacado. El vencedor iba a ser quien accediera a desposarla. Los pretendientes debían tensar el arco de Ulises y atravesar con la flecha una serie de hachas clavadas en la pared para luego hacer blanco al otro lado.

El “juego” que propone la reina contiene la intención de elegir al hombre más potente, en el sentido de “no castrado” que, en la fantasía del niño (que confunde su incapacidad relativa con impotencia y por lo tanto con castración), implica que la reina eligirá al que ha dejado de ser niño y ha pasado a ser hombre.

Al día siguiente comenzó el juego. Telémaco, que deseaba que su padre gane y recupere así su lugar de rey y de padre para él, sentía, al mismo tiempo, una ambivalencia denotada en sus palabras a través de las cuales manifestaba sus intensas fantasías edípicas en su deseo de conservar a su madre para sí. “Yo también lo intentaré, y si lo consigo y logro atravesar los hierros, acabarán mis tristezas, pues mi venerada madre seguirá guardando esta casa y no se irá a la de otro esposo ¡Se quedará conmigo, y yo seré en adelante el émulo de mi padre y en sus más hermosas hazañas!” (Homero, Pág.402)

Tres intentos tuvo y fracasó. “Se disponía a intentar una vez más, y tal vez lo hubiese conseguido, pero Ulises, con una señal, le impidió hacerlo. El ínclito y esforzado Telémaco habló así: ¡Oh dioses!...¿ Toda mi vida seré débil y cobarde, o es que aun soy demasiado joven para confiar en la fuerza de mi brazo y el hacer entrar en razón a quien me ofende?” (Homero, Pág.402).

Podemos pensar que la señal que Ulises le hizo al hijo no implicaba, como pareció entender Telémaco, que él era impotente, sino poner un límite a un malogrado esfuerzo por conseguir lo que no le correspondía. Telémaco debía buscar, como lo hizo su propio padre, una mujer que cumpliera el rol de esposa y no fuera su propia madre (Chiozza, 1998[1977b]).

Luego lo intentaron los pretendientes y como era de esperar ninguno pudo llevar a cabo la tarea. Ulises entonces develó su identidad a Eumeo y le comentó sus planes. Telémaco y Eumeo debían cerrar las puertas del palacio y esconder las armas en el momento que Ulises tomara el arco. Una vez establecido el plan solicitó jugar él también. Vestido de mendigo, tensó el arco, lanzó la flecha, dio en el blanco y se regocijó de satisfacción; luego, dirigiéndose a su hijo le hizo una señal. Telémaco comprendió, ciñó su espada, empuñó su lanza y se preparó para la lucha. Ulises atravesó a Antínoo con una flecha y se desencadenó la sangrienta venganza. Durante la lucha algunos pretendientes lograron asirse de las armas que Ulises había mandado a guardar. “Soy yo y no otro quien tiene la culpa” (Homero, Pág. 417), confesó Telémaco, “Al salir de la cámara del tesoro no cerré la puerta como es debido. La dejé entornada nada más” (Homero, Pág. 417).

La torpeza de Telémaco, que se había preanunciado unos párrafos atrás , aparece como un acto fallido que revela toda su ambivalencia. Como decíamos antes, deseaba que su padre recobre el trono pero además, inundado de rivalidad, odio y envidia, deseaba que fracase y conservar así, en su fantasía, el trono y la madre todos para él.

Ulises llevó a cabo la feroz matanza. En medio de los cadáveres, todo cubierto de polvo y de sangre “..parecía un león que acababa de devorar a un buey en un cercado y causa espanto con su vigoroso pecho y sus mandíbulas ensangrentadas... desde los pies hasta los hombros el cuerpo de Ulises estaba empapado”(Homero, Pág. 425). Luego ordenó que ahorquen a las esclavas que se acostaron con los pretendientes y que purifiquen la sala. “Lo que quiero, ante todo, es fuego en esta estancia” (Homero, Pág, 428), dice.

Con el triunfo de Ulises, se restablece, en parte, la relación social en la que se basa el estado de cada uno de los integrantes de la familia. Telémaco pierde una “amante” pero gana un padre y Ulises recupera, parcialmente, su lugar. El último bastión familiar lo constituye su esposa. El triunfo “debe” estar coronado por la conquista de la mujer, hecho que nos remite al triunfo edípico. Podemos pensar entonces que la fantasía parricida se manifestó, por una vuelta por el contrario, a través del filicidio . De ese modo se erigió él mismo como representante del protopadre de la horda primordial que, en lugar de ser asesinado por la horda de hermanos, los enfrentó y venció quedándose luego con las mujeres y castigando a las pecaminosas esclavas. Aquellas quienes, habiéndoles sido infieles a él, cometieron incesto. En ese sentido, se podría pensar que el deseo de purificar la sala, representaría el deseo de borrar la culpa por el parricidio cometido. Parricidio configurado sobre el malentendido implícito en la fantasía culpógena de que ser padre implicaría destituir a su propio padre del “rol” paterno, sin tener en cuenta que ambos pueden ser padres porque lo son de distintos hijos.

-Ulises y Penélope

Euríclea fue en busca de Penélope, le anunció la presencia de Ulises y la muerte de los pretendientes. La reina descreída de la palabra de la nodriza dijo: “Si alguien vino a dar muerte a los nobles pretendientes, habrá sido un dios indignado (..) mi Ulises perdió la esperanza de retornar y pereció también”(Pág. 430). Por insistencia de la nodriza, descendió al salón. Al ver a Ulises no reconoció en él a su marido. Su hijo entonces le reprochó diciendo: “¡Tu corazón es demasiado cruel, madre, demasiado injusto! ¿por qué permaneces apartada de mi padre?..¿por qué no te sientas junto a él para hablarle y preguntarle?...¿puede haber un corazón de mujer tan insensible que no le permita acercarse a su esposo cuando éste, al cabo de veinte años de calamidades y desdichas, vuelve a su patria?..¡Tu corazón ha sido siempre más duro que la roca!” (Homero, Pág.432)

En el reproche se manifiesta la urgente necesidad de Telémaco de reencontrar a la pareja unida, a la familia configurada. Telémaco ha recuperado al padre y ahora necesita recuperar a la madre. Esto implica que Penélope reconozca a Ulises en el lugar de hombre a su lado.

La reina, desconfiada, le aseguró que si él era verdaderamente su esposo lo descubriría por señales secretas que los demás ignoraban. Ulises sonrió y ordenó que se vistiera el palacio de boda para simular que la reina había elegido pretendiente.

Al llegar la noche, Penélope, aun descreída, necesitaba un testimonio de la identidad de su esposo. Solicitó entonces a sus sirvientes que armen la cama que Ulises había hecho construir. Al oír esto Ulises se encolerizó ya que el armado de la cama, que era su gran secreto, había sido realizado por él solo con el tronco de un olivo que desplegaba su follaje dentro del recinto de palacio. La pata del mueble, obtenida del desbastado árbol, se hallaba fija, inamovible, y era la base donde apoyaba el resto del armazón. El enojo y la consiguiente confesión de la construcción de la cama dio a Penélope la señal de certeza esperada y se echó a sus brazos.

La cualidad de la cama matrimonial posee el significado de lo inmutable, como la identidad del héroe. La cama, al hundir sus raíces en el suelo de Ítaca, “representa los derechos legítimos de la pareja” (Vernant, 2000) no sólo de reinar sobre esa tierra sino también de la correspondencia mutua entre hombre y mujer, el asentamiento de la constitución familiar. La señal esperada es la confirmación del lugar de Ulises al que pertenece por legítimo derecho y, al mismo tiempo, la consagración y la confirmación del héroe en su función de rey.

El olivo a partir del cual fue realizada la cama, representa, según la simbología, la reconciliación con Dios y por lo tanto con el padre. Podemos pensar que esta escena representa el intento de reestablecer los lugares y los derechos de cada uno de los habitantes de la familia.

Pero a Ulises le faltaba aun dar un paso más, reencontrarse (re-conciliarse) con su propio padre.

- Ulises y Laertes

Al día siguiente Ulises se dirigió, junto a su hijo y sus fieles compañeros, al campo a ver a su padre, Laertes. Deseaba saber si él aun lo reconocía. Llegó a la huerta donde vivía y lo vio vestido con una túnica sucia, llena de zurcidos y remiendos, trabajando la tierra. No supo qué hacer si estrecharlo en sus brazos o interrogarlo para someterlo a prueba. Al fin pensó que sería mejor tantearlo con palabras burlonas. Se hizo pasar por un forastero y lo increpó observando lo bien que cuidaba su huerta a diferencia de su aspecto. Le preguntó también si se encontraba él en Ítaca, la tierra de la que provenía un forastero, que en otro tiempo alojó en su casa, que decía ser hijo de Laertes. Su padre, sin identificarlo aun, le respondió humildemente que se encontraban en Ítaca y le pidió más datos sobre su hijo. Ulises continuó con su engaño y vio el rostro de su padre acongojado; conmovido le confesó quién era. Su padre, como antes lo hiciera su esposa, le solicitó una señal de su identidad. Esa señal no fue otra que aquella por la cual la nodriza Euríclea lo había reconocido, la cicatriz en su pierna. Pero eso no fue suficiente. Le reveló, entonces, cuáles de los árboles que estaban allí en la huerta le había regalado cuando era niño.

La burla y la puesta a prueba a Laertes nos manifiesta el temor y la inseguridad del héroe para acercarse a su padre. Dificultad, que ya estaba presente desde el comienzo de la historia. Restaurar un orden social implicaba también reconciliarse con su propio padre, poder ser padre de su hijo e hijo de su padre. De ese modo el reconocimiento de los árboles, como aquellos recuerdos que permanecen inalterados a pesar de los años, intenta dar cuenta de una historia en común, una historia compartida en un momento en el cual Ulises recibía algo del padre que persistiría a pesar de los años y que permanecería arraigado en cada uno y en el suelo de Ítaca.

Padre e hijo entraron en la casa donde los esperaban los demás. Atenea, entonces, infundió vigor a Laertes haciéndolo más alto y fornido. Mientras celebraban el encuentro, la Fama, mensajera veloz, recorrió la ciudad anunciando el lamentable final de los pretendientes. El padre de Alcínoo, Eupites, encabezando una corte que clamaba venganza, se dirigió a la casa de Laertes. Atenea solicitó a Zeus consejo ya que no quería que continuara la guerra en Ítaca. El dios le aconsejó que hiciera sellar a los querellantes un juramento de fidelidad: Ulises conservaría el reino y los dioses verterían sobre los deudos el Olvido.

El combate se desencadenó. Laertes, con un nuevo vigor infundido por Atenea, blandió su pesada lanza y atravesó la cabeza de Eupites. Los bandos se enfrentaron y Atenea intervino para detener la lucha. Ulises, con un grito terrible, saltó para perseguir a sus enemigos pero entonces Zeus lanzó un rayo que cayó ante la diosa incitando a detener la lucha. Atenea, comprendiendo el mensaje de su padre, se dirigió al héroe y le dijo: “detente y pon término a la lucha y no incurras en el enojo del tonante Zeus”. “Así habló y Ulises, obedeció con el corazón jubiloso. Luego se sellaron las paces entre los dos bandos por voluntad de la hija de Zeus (..) que había asumido la apariencia y la voz de Mentor”. (Homero, Pág 463.)

En la escena final vemos las tres generaciones unidas bajo el mismo techo, luchando por una misma causa. Laertes, cuyo nombre significa, representativamente, “el que reúne a los pueblos”, congrega a su alrededor a su familia. En el reintegro a la relación social se fortalece. Hermanados en la “impotencia” común en la cual ninguno tiene privilegios por sobre otro, sino que están unidos por una misma conflictiva edípica y bajo una misma prohibición, experimentan el privilegio “frente a alguien, a quien daremos el nombre de moral, sociedad, cultura o civilización (representantes, adecuados o inadecuados, de las exigencias de la realidad)” (Chiozza 1995g [1983] rec. 4962) y que en el mito está representada por la voz de Zeus.







CONSIDERACIONES FINALES

Cada doctrina, cada epistemología, “usa” el mito para representar, a través de él, una particularidad del sistema en el que se mueve. En ese sentido no podríamos considerar una forma final, un sistema “adecuado” o “correcto” para la interpretación de los mitos; pero dentro de un mismo sistema puede haber formas más o menos acertadas de comprenderlo.

He intentado traer, a lo largo de este trabajo, a través de la interpretación del mito de Ulises, representaciones atinentes al proceso de crecimiento y de desarrollo en una línea que va desde la endogamia a la exogamia o, desde el individuo a la familia y la sociedad; vicisitudes que están representadas en el mito, fundamentalmente, a través de la relación paterno filial.

Chiozza, en Reflexiones sin consenso (1995g [1983]), se pregunta: “¿a qué llamamos, en la teoría psicoanalítica clásica, sepultamiento del Edipo?” En la medida que un sepultamiento queda asociado a la idea de duelo, el autor considera que podría hablarse de tres sepultamientos: el primero, referido a la renuncia representada por la imposibilidad del vínculo genital con la madre; la superación del Edipo se referiría, en primera instancia a este duelo. El segundo “constituido por la superación del dolor y la ambivalencia de la "pelea" con el padre. Se trata de haber comprendido que el hijo no tiene en ese sentido motivo de queja frente al padre (ni el padre frente al hijo) por una pretendida injusticia.” (rec.4975). El tercer sepultamiento al que el autor considera “el sepultamiento total”. Corresponde a un “muerto duelado que no resucita” y afecta “las fuentes metahistóricas del Complejo de Edipo”. Este duelo, “se acompañaría de un cambio en la leyenda. Un cambio que sumiera al Edipo en un olvido (cultural más que individual) que no fuera represión.“ Un cambio así, “iniciaría una transformación de nuestra cultura. En esta supresión del Edipo la prohibición del incesto no sería necesaria, porque sería una superación surgida del haber alcanzado plena vigencia en la conciencia pública, que el horror al incesto proviene del horror al crecimiento narcisista.” (rec. 4976)

¿Podríamos aventurar una idea más y considerar que el olvido al que Chiozza se refiere es el mismo que en el mito Zeus vierte sobre el pueblo? Quizás eso sea demasiado optimista.





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• Obstfeld E. (1987) El sentimiento de traición y la dificultad para el cambio. En 18º simposio de CIMP, Bs. As, 1987
• Obstfeld E. (2002) “Algo mas acerca de la Gratitud” Presentado en el Instituto de docencia e investigación de la Fundación Luis Chiozza, Bs. As. 2002.
• Rank O. (1993 [1909]) El mito del nacimiento del héroe. Editorial Paidos Studio, México, 1993
• Vernanat J. P. (2000). Erase una vez... El universo, los Dioses, los Hombres. Fondo de Cultura Económica. Bs. As. 2000





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